1/12/09

Punto y final.

Empecé esto en mi casa y en mi casa lo termino. Son casi las diez de la noche del 30 de noviembre y el viaje se terminó. De hecho se ha terminado esta tarde cuando he salido del aeropuerto a las cuatro de la tarde, después de doce horas de vuelo, dos horas de espera para embarcar y una hora más para coger el equipaje a la llegada. Pero todo ese tiempo y ese cansancio acumulado no son nada en comparación con la experiencia vivida.

Desde aquí quiero daros las gracias a todos, mis amigos y mis amigas, que habéis participado de esto. A los que habéis dejado algún comentario y a los que solo habéis leido. Y os lo agradezco porque, sin vosotros saberlo, habéis sido mis compañeros de viaje con los que he compartido parte de mi tiempo.

Quizás, para algunos, todo esto haya sido un coñazo y para otros no tanto pero no es fácil resumir o explicar, en una pocas líneas, las sensaciones o los sentimientos que se tienen en algunas situaciones y cada uno tiene su forma de contarlo. Además este es mi primer blog y, ojalá que no sea el último, incluso me gustaría que vosotros tubieseis también la ocasión de hacerlo. Eso querrá decir que nos hinchamos a viajar.

Para mí este viaje ha sido especial porque supone un paso más en la culminación de un año que empezó regular, continuó peor y a punto estuvo de terminal mal hasta que en junio cambio mi racha, y sigue cambiando, a mejor. Algunos conocen parte de esta historia. Otros, quizás algún día, cuando haya ocasión. Entre esos cambíos estáis vosotros, los que os habéis asomado por aquí, que en un momento dado os cruzasteis en mi vida de la misma manera que yo me crucé en la vuestra. Vosotros que seguís ahí y que me habéis acompañado en este viaje. Espero que sigamos juntos mucho tiempo. Todo el tiempo.

Gracias por estar ahí. Gracias por ser como sois.

Besos y abrazos a repartir y que cada uno coja lo suyo. Seguiremos en el próximo viaje.

30/11/09

Último día en Lima

Hoy domingo día 29 poco más me queda hacer por aquí salvo seguir brujuleando así que, después de desayunar, claro, que eso es sagrado me dedico a ello.

Apenas he pegado ojo porque he tenido la suerte de que un bodorrio decidió celebrar la fiesta correspondiente en este hotel y han estado de juerga hasta ni sé que hora era. Y, después, de la fiesta alguno se ha quedado a dormir aquí porque en la habitación de al lado se oían unos ronquidos que hasta daban miedo. Pero mi venganza ha sido terrible. He puesto la peor telenovela que había a esas horas con un volumen propio para sordos y ni han protestado así que una de dos, o eran sordos ellos o estaban todavía como cubas y ni se enteraban.

He salido tardel del hotel porque ha amanecido un día gris y estaba lloviznando a primera hora aunque luego ha parado del todo e incluso ha salido algo el sol. Al principio parecía que iba a ser un día algo tristón aunque creo que el tristón era yo por tener que volverme ya. Una pena porque quedan tantas cosas por hacer.

Como siempre, paseando es como se encuentran las mejores cosas y me he topado con una fería de la miel y con unas jorndadas gastronómicas con concurso de parrilladas incluidas. Lastima que no pueda llevarme algo de miel, miel andina, porque tiene muy buena pinta. Una mañana entretenida viendo como compiten los cocineros por el primer premio. Son cocineros de restaurantes de postín de esta ciudad y compiten por un premio de 5.000 soles que para estos sitios no está nada mal por hacer una parrillada.





Alrededor de la carpa de competición, otros restaurantes han montado tenderetes para ofrecer muestras de lo que ofertan de comida en sus locales y me decido a probar la de uno de ellos que pone en un plato arroz con verduras, pollo con una salsa y otro tipo de carne que creo que es cui, un conejo pequeño de campo. Un plato combinado que por 10 soles da más que suficiente para comer. Y de postre, en otro puesto especializado en dulces, me compro un suspiro limeño. Un nombre sugerente para una preparación que es una especie de flan de café y merengue por encima. Muy dulzón para mi gusto pero que se deja comer.





Es hora de recoger e irse al aeropuerto porque mi vuelo de vuelta a casa sale a las 9 de la noche y prefiero estar con tiempo así que un taxi y hacia allí que me voy.

Mientras que escribo esto estoy en la sala de espera para embarcar. Quedan, aún, casi dos horas y otras doce más de vuelo. Si el destino no lo impide mañana a las 3 de tarde de allí, más o menos, habré aterrizado y puesto punto final a este viaje.

Así que de momento poco más se puede poner. A partir de ahora me esperan más sorpresas y mejores junto a mi gente. Pero esa es otra historia.

Regreso a Lima

Hoy, sabado 28 de noviembre, y ya en la recta final de mis vacaciones, toca volver a Lima. He preferido volver un día antes de mi vuelo de regreso a España para asegurarme el estar allí ya que Cuzco está a 3.326 metros sobre el nivel del mar y las condiciones metereológicas pueden cambiar radicalmente y hacer que algunos vuelos se suspendan como ha pasado en ocasiones. La verdad es que me hubiera gustado quedarme algún día más aquí, porque aún quedan muchas cosas por ver incluso en el mismo Cuzco, pero no puede ser.

Como ayer me acosté pronto hoy me despierto pronto. Por una parte mejor porque así voy cogiendo el ritmo de las horas de España. Hago tiempo para bajar a desayunar preparando el equipaje aunque ya me da igual que las arrugas de la ropa no coincidan porque ya poco más me queda por hacer.

Mi vuelo hacia Lima sale a las diez de la mañana pero tengo que estar en el aeropuerto, al menos, una hora y media antes. Así que a las ocho pago mi factura y mi chofer me lleva hacía alla. Cómo voy a echar de menos eso de tener conductor propio.

Ya por fin, con algo de retraso, nos llaman para embarcar. Ya estaba yo algo preocupado pensando que si mi vuelo era de los que se cancela pero no, hoy no me toca aunque hasta que no esté en el aire no tengo todas conmigo.



La duración del trayecto es un poco menos de una hora. En ese tiempo hasta nos dan un pic nic de unas galletitas saladas y un bizcocho junto con una bebida a elegir. Qué detalle. En otras compañías te dan solo un caramelo.

Ahi abajo queda Cuzco y ante mi se extiende un mar de nubes que parecen de algodón. Hay una diferencia tremenda a verlas desde aquí arriba o desde abajo descargando su, en ocasiones, preciado tesoro.

El vuelo se hace corto, muy corto y me voy al mismo hotelito donde estuve cuando llegué. Un hotel que está por el centro y a mano de todo. Despuesde dejar el equipaje me voy a dar una vuelta por una zona por la que no fui la otra vez y me encuentro el barrio chino de Lima. Increible. Un barrio chino auténtico, como en Nueva York, con sus carteles en chino, su entrada china y, por supuesto, sus restaurantes chinos que aquí se llaman Chifas.







Con todos los animales del horóscopo chino dibujados en el suelo



En Lima, aparte del barrio chino, pueden encontrarse muchas más cosas, como la última moda en lencería femenina



o la de lencería masculina



y lo mas sorprendente de todo



¡¡¡pantalones que simulan tener barriguita!!!. Chicas, quítense las fajas, tiren las cremas reductoras, bórrense de los gimnasios y luzcan esas barriguitas sin necesidad de esos pantalones. Todo es expotable y esa moda llegará pronto a Estados Unidos y de ahí a Europa, así que sean precursoras en su país. La moda de los cuerpos danone está desfasada, ya lo ven, y ahora se avecina la barriguita cervecera así que menos actimel y más Mahou 5 estrellas.

No estaría mal pero lo cierto es que se trata de pantalones para embarazadas. Aunque quién sabe, todavía quedan cosas por inventar.

Hoy es sabado por la tarde y se nota. Hay muchas zonas que estan atestadas de gente, zonas de compras que tienen la mayor parte de sus calles peatonales y por donde se puede pasear sin escuchar el ruido de los coches.



Hay una cosa que me queda por probar antes de irme de este país y son los anticuchos y el pisco sour. Lo primero son lo que nosotros conocemos como casquería que se hace a la parrilla y lo segundo es un combinado que se hace con el pisco, un aguardiente nacional de uva.

Así que para lo primero me meto en un sitio donde dicen que los preparan bien y pido un anticucho de corazón, pero no pregunto de que bicho es, mientras que se pueda comer toda va bien y la verdad es que no está nada mal sobre todo después de las sesiones de comida vegetariana y arroces que me he pegado. Viene acompañado, como es habitual, de papas fritas y choclo que no es otra cosa que maiz y yo sin saberlo. Se que ese tipo de comidas desagrada a unos cuantos pero a la brasa como está hecho esto parece otra cosa.

Así que, después de una cena diferente, me voy a mi hotelito que tiene un bar donde preparan los pisco sour decidido a probar uno. Aunque yo no soy de beber alcohol salvo un buen vino y alguna cerveza, no quiero dejar pasar esta ocasión para celebrar el viaje que he tenido así que a vuestra salud. Supongo que en esa forma de combinado se rebaja bastante porque tampoco pega mucho. Es algo así como una margarita pero con otro sabor, claro. Tendré que buscar la combinación a ver si soy capaz de hacerlo.

Son las diez de la noche y es hora de cerrar el quiosco así que mañana, mi último día, seguro que habrá algo que me depare alguna sopresa.

29/11/09

Huayna Picchu

Hoy, viernes día 27 de noviembre del año en curso dos mil nueve, es el segundo día que voy a subir a Machu Picchu con la intención de subir hasta el Huayna Picchu. Ese es el monte más alto que se ve en la foto más conocida de la ciudad.

Me levanto a las cuatro y media de la mañana para desayunar rapido, un café y un panecillo con mantequilla y mermelada, para salir pronto y dirigirme a los buses que nos suben hasta la entrada. La razón de tanta prisa es que hay cupo de subida para ese monte y, en cuanto se completa, ya no dejan subir a nadie más así que hay que espabilarse.

Los buses empiezan su recorrido a las cinco y media de la mañana y cuando llego, un poco antes de las cinco, ya hay mas de cincuenta personas esperando así que no voy mal porque el cupo total, repartido en dos turnos, es de 400 personas por día. 

Ha estado lloviendo casi toda la noche e imaginaba que iba a continuar así durante el día pero, de momento, no llueve aunque el cielo, que empieza a verse con la primera luz del día, está totalmente cubierto. Espero que la pachamama no pida más agua y nos dé un poco de tregua.

A las cinco y veinticinco llegan los primeros buses para comenzar con el trasiego de viajeros. A pesar de que el recinto no lo habren hasta las seis y media, todos estamos impacientes por subir. Unos para coger turno para subir al Huayna Picchu y otros para ver las ruinas con muchísima menos gente que a media mañana, cuando llegan todos los que vienen directamente desde Cuzco como hice yo ayer.



Ya, por fin, llega mi turno de subida y el dos franceses con lo que estaba hablando y que tambián quieren subir al monte este así que espero bajar antes que ellos para que no se me cuelen.



Medía de hora de subida y nada más llegar a la zona de la entrada veo que ya hay bastante gente esperando. Me pregunto si es que han hecho noche aquí arriba como cuando uno va a los conciertos de artistas famosos que es capaz de cualquier cosa.

Un poco antes de que abran las puertas, pasan unos empleados del recinto preguntando a la gente si queremos subir al Huayna y a que hora ya que hay dos turnos, uno a la 7 y otro a las diez. Cuando me pregunta a mí escojo el de las 7 y me pone un sello en la entrada con el número 54 así que el primer reto lo tengo conseguido. Ya tengo hueco para subir.

Empezamos a entrar y, como aún me queda tiempo, me voy a la zona alta donde estuve ayer para volver a ver todo el conjunto con la luz ténue de la mañana y ahí está el Huayna, impresionante, dominandolo todo, como si fuera el guardián de los tesoros que una vez se escondieron por aquí, esperando que los elegidos subamos por su estrecho camino para contemplar la belleza desde otro perspectiva.



Mientra que llega la hora de subir, vuelvo a recorrer parte del recinto y a encontrar nuevas sorpresas que ayer se me escaparon.



A las siete en punto abren la puerta del control que permite el paso a la subida. Tienen un libro de registro donde tengo que poner mi nombre, nacionalidad y a qué hora subo y donde tendré que volver a registrar la hora de salida cuando regrese.

Empieza el camino adentrándose en una zona con una vegetación muy tupida y pronto comienza la subida. El sendero, bastante estrecho, está formado por una serie de escalones de piedra de granito colocados de forma irregular. Hay algunos que parecen tallados en la misma roca que continúa por la pared.





Poco a poco voy ganando altura y la vegetación se hace más tupida. La nubes andan por ahí rondando, decidiendo si nos cubren con su manto de niebla o nos dejan seguir disfrutando. Disfrutando es por decir algo porque entre el calor, el grado de humedad, lo mal que estos quechuas han colocado las piedras y el fuerte desnivel que hay la subida se hace muy trabajosa pero las vistas que empiezan a aparecer compensan el esfuerzo.





Llevo una media hora de subida y empiezan a aparecer las primeras edificiaciones. La vegetación empieza a disminuir así que imagino que no me quedará mucho más para llegar a la cima.




Jadeante y con el corazón a punto de salirse del pecho, llego al último tramo que me queda para terminar la subida, una cueva en la que tengo casi que gatear y quitarme el pequeño macuto que llevo para poder pasar y, después, una escalera de madera con cuatro peldaños.



Por fin. Unos cuarenta minutos he tardado en subir. Estamos solo tres personas aquí arriba, algo sorprendete porque esperaba encontrarm alguno más así que una de dos, o se han caido por el precipio o es que se han ido parando para hacer fotos más veces que yo.



Desde la mitad del camino he tenido un compañero que no se exactamente de dónde ha salido y que me ha acompañado casi hasta arriba porque por la escalera de madera ya no podía subir.



Aquí arriba se tiene una visión de 360 grados y se dominan todas las montañas que rodean a Machu Picchu.  A lo lejos, se distinguen, entre las nubes, algunas con las cumbres nevadas que no acierto a saber cuales son. Abajo de aprecia perfectamente tanto el camino que siguen los buses para subir como el resto de la ciudad. Es impresionante y desde luego que el esfuerzo y el madrugón ha merecido la pena.



Después de descansar un rato, y cuando empieza a llenarse esto de gente, inicio el camino de bajada pero lo hago por otro sitio. Me dirijo a la Gran Caverna donde está el templo de la Luna. Por ahí no ha bajado nadie así que, de momento, voy yo solo. Al poco rato, y mientras hago una foto, veo que otra pareja de ingleses también bajan por aquí y, luego, otros dos chicos más, también ingleses, que se han animado al ver que alguien más bajaba.

El sendero desciende de manera rápida y con el mismo sistema de escalones de piedra puestos de cualquier manera. Entre la humedad, el barro y algunas hojas que caen de la vegetación que les rodea están algo resbaladizos así que hay que ir con tiento y sin prisas. Desde luego que la subida de antes y la bajada de ahora son buenas zonas para poner a prueba las piernas. En el camino me encuentro tramos que parecen abiertos en la misma roca



y tramos en los que hay que bajar por escaleras de madera.



La pareja de ingleses se ha quedado descolgada y no sé si es que se han dado la vuelta o se han parado a descansar porque no he vuelto a verles. Continúo con los otros dos chicos y, depués de más de media hora de bajada, me preguntan a mí si es ese el camino correcto, como si yo lo supiera, y les digo que espero que sí porque lo llevamos claro como haya que subir de nuevo para retroceder.

Sigo bajando, a veces internándome en el bosque y a veces por caminos adosados a la misma ladera de la montaña y, al cabo de algo más de una hora de bajada, por fín, aparece ante mis ojos el templo de la luna, construido en una gran cueva natural.






Una ubicación extraordinaria y situado, si la orientación no me falla, a espaldas de la ciudad de Machu Picchu. Mirando al lado opuesto de donde está situada la Puerta del Sol que da paso a la ciudad siguiendo el camino del Inca



Ahora toca seguir hasta encontrar el camino de vuelta que se une, en teoría y no se exactamente a qué distancia, con el que hice para subir hasta la cima llegar a la cima. Al menos eso es lo que recuerdo de una mapa que tenían puesto a la entrada.

El sendero discurre de la misma forma que antes, a veces internándose a través de la vegetación y a veces con largas subidas de escalones de piedra


En el bosque nuboso, que así es como se llama este habitat, he visto animales que con la cámara que llevo no puedo captar y es una lástima. Cuando estaba parado en el templo de la luna he visto una especie de zorro, algo perecido al menos, y hace poco rato he visto un colibrí suspendido en el aire enfrente de una flor. Lástima de no tener a mano una supercámara.

El sendero sigue una ruta ascendente muy empinada. Imagino que todo lo que bajé antes, que fue un tramo bastante largo, tendré que subirlo ahora así que hay que tomárselo con calma y buscar un ritmo cómodo para no perder el poco aliento que me queda y además, a pesar de estar totalmente nublado, hace un calor axfisiante y una humedad tremenda. Lo cierto es que estoy sudando por sitios por lo que ni sabía que se podía sudar.

Despues de casi dos horas y media desde que empecé, encuentro el camino de subida por donde pasé esta mañana y media hora después estoy en la caseta de control fichando mi salida, sudando y con las piernas cansadas, más que por andar, por ir subiendo y bajando ese tipo de escalones.

Muy cerca de esta entrada hay un gran piedra, llamada piedra ceremonial, que tiene unas características especiales. Se cree que si apoyas en ella las dos manos recibes toda la energía de la pachamama al igual que ocurre, según dicen, cuando abrazas un arbol centenario. Yo lo he probado y, sinceramente, salvo una sensación de felicidad, que creo que ya llevaba de antes, no he sentido otra cosa. Pero tenía que probarlo, por si acaso.



El resto de la mañana lo dedico a deambular por la ciudad, que ya está llena de turista y no luce igual. Éstá empezando a llover así que imagino que se irán pronto que es lo que voy a hacer yo ya que tengo casi una de demora, entre la espera para coger bus y la duración del trayecto, desde aquí hasta llegar abajo.



Mi tren sale casi a las cinco de la tarde así que, como tengo tiempo de sobra, aprovecho para comer algo en la estación e ir actualizando esto.

Poco más tarde de las cinco el tren inicia su camino y yo con él. Atrás queda uno de mis sueños ya cumplidos y conmigo me llevo la ilusión de haber comprobado le espectacularidad de lo que tantas veces había visto en reportajes, en libros.

Me encuentro con Chiki y Claudia que tambien han estado durmiendo ayer en Aguas Calientes y visitando la ciudad hoy. Regresan a Cuzco para volar mañana a Lima y por la noche salir hacia Miami. Y Chiki intentando estudiar a pesar del traquetreo del tren. Eso es perseverancia.

Casi a la ocho y media de la tarde, mejor dicho noche, llego a Cuzco y en la estación está esperándome el conductor del hotel. Nos vamos para allá y después de conseguir la tarjeta de embarque para mi vuelo de mañana me subo a la habitación. Ahí tengo algo del embutido peruano que compré y eso es lo que toca cenar para hoy. Una ducha y a dormir que han sido dos días movidos, con emociones, con cansancio y toca reponer energias.

Mañana más y mejor, aunque mejor que lo de hoy no sé que puede ser pero seguro que algo habrá.

Ciudad perdida de Machu Picchu

Hoy, día 26 de noviembe del año dos mil nueve, voy a culminar el motivo principal de este viaje. Hoy voy a visitar la ciudad perdida de Machu Picchu aunque, bien es cierto, que de perdida ahora tiene poco y, es más, creo que los habitantes de Aguas Calientes, la localidad más cercana y desde donde se accede, han encontrado El Dorado con el número ingente de turistas que pasan por ahí y que van con la cartera llena de soles y dispuestos a gastar lo que sea por ver algo tan espectacular como Machu Picchu. No he visto una localidad, al menos de las que yo conozco que tampoco son tantas, donde los precios sean tan desorbitados y la calidad tan mediocre. Pero son lentejas, las comes o las dejas.

Bueno, el caso es que esta vez sí que me levanto pronto, apenas sin tiempo para desayunar, porque me tengo que ir a la estación de tren de Poroy, que está a una media hora de aquí, para coger el tren que me llevará hasta Aguas Calientes y que, salvo retrasos, sale a las 07:45. Dejo la mayor parte del equipaje en este hotel, para volver mañana por la noche, y me llevo ropa de cambio por si se me moja la que llevo porque está el cielo cubierto.

Con la amabilidad que caracteriza a la gente de este hotel, que por cierto se llama Torre Dorada, me preparan una bolsa con un par de bocadillos pequeños, unas galletas, una banana y una botella de agua y todo eso para que no me quede sin desayunar. A las 06:45 ya está el coche que me lleva, mi chofer particular, esperando para acercarme a la estación.

Llegamos y ya está la sala de espera a rebosar. La mayor parte de los que están esperando son extranjeros aunque me ha parecido ver a un grupo de tres personas, que también son españoles, con los que he coincidido en el trayecto que hice de Puno a Cuzco pero con los que, de momento, no he mediado palabra.

El tren tiene dos clases, como todo en esta vida. Una se llama vistadome y la otra backpacker. La diferencia, aparte del precio, es que los vagones de la primera tienen vistas panorámicas con cristaleras por la parte alta del tren y los asientos son más confortables. La otra tiene los vagones como los de toda la vida, con asientos duros como tablas y donde apenas puedes colocar las piernas como te toque delante uno que mida del metro noventa para arriba, que los hay  y, encima, viajando en este tren. A mí me toca ir en backpacker y me toca enfrente uno de esos grandullones así que nos tiramos las tres horas que dura el viaje sin saber como colocar las piernas. Aun hay una tercera clase muy superior a las demás que ni la nombre porque el coste es cinco veces superior a lo que he pagado yo, 48 dolares americanos que al cambio actual son algo menos de 35 euros.

El tren sale puntual. Empezamos atravesando amplias zonas de cultivo y campos en los que el verde ha rebrotado con fuerza ayudado por las lluvias que ya han empezado a caer.





El tren lleva el mismo curso que el río Urubamba que se adentra en el Valle Sagrado y que nos acompañará durante todo el recorrido hasta llegar a Aguas Calientes.


Viendo pasar estos paisajes me vienen a la memoria recuerdos de mi infancia, cuando mi padre, que trabajaba en los coche cama que había en Renfe, me llevaba de viaje con él a esos lugares que para mí eran todo un descubrimiento. Cenando con sus compañeros en el vagón restaurante después de que lo hubieran hecho los pasajeros. Intentando dormir en el compartimento que usaba él para descansar después de que hubiera terminado de preparar todas las camas de los compartimentos donde iban esos viajeros a los que tenía que atender. Su trabajo era algo parecido a lo que hoy son los azafatos y azafatas en los aviones. A mí me resultaba mposible dormir en esas camas entre la emoción del viaje y el traquetreo del tren. Recuerdo estaciones como la de Irún, La Coruña, Cádiz y otras cuantas más a las que llegábamos al poco tiempo de haber amanecido. También recuerdo los paseos que dábamos por la mañana por los lugares a los que llegábamos y a la tarde de nuevo a la estación para regresar a casa. Los pasajeros que iban llegando y como  los acomodaba en sus compartimentos. Las salidas del tren, el sonido del silbato del jefe de estación y tantas y tantas cosas que eran toda una aventura y un descubrimiento para mí y sobre todo algo especial porque los disfrutaba como solo un niño sabe disfrutar de algunos momentos.

El tren se ha detenido y me ha sacado de mis recuerdos. Ahora empieza a retroceder y nos explican que es para salvar un desnivel importante. Y la única manera de hacerlo es con un zig zag. Según va retrocediendo ha cambiado de vía y ha descendido un tramo. Luego, inicia de nuevo la marcha con otro cambio de vía y también bajando de nivel. Un sistema ingenioso.

Un poco más adelante el tren se interna en un cañón  que iremos recorriendo junto al río Urubamba. En algunos tramos, el tren casi roza con las rocas y ante mis ojos se muestran paredes verticales coronadas con nubes grises que están empezando a descargar su contenido sobre una vegetación, cada vez, más espesa.

Pasamos por el punto donde empieza el camino del Inka. Un puente sobre el río que nos acompaña durante nuestro trayecto. El camino del Inka es una ruta de treking que durante tres días recorre la ruta que, supuestamente, seguía el Inka para llegar hasta Machu Picchu. Una ruta que pasa por alturas cercanas a los cuatro mil metros y que termina en la Puerta del Sol, la entrada más alta a la ciudad de Machu Picchu. Ya ha empezado a llover así que seguro que les espera una ruta algo empapada.



Después de tres horas y de haber disfrutado de unas vistas espectaculares, llegamos a la estación de Aguas Calientes.


Una riada de turistas nos bajamos del tren y nos dirigimos, como posesos, en busca del guía que nos ha de mostrar el camino de la belleza que hoy se encuentra escondida entre nubes y agua. Cada uno se protege como puede y las vendedoras de recuerdos hacen su agosto vendiendo ponchos con los que evitar que la lluvia y el viento nos empape hasta los huesos. Ponchos que a la primera ráfaga de viento se le ponen a uno en las orejas y de poco sirven salvo para estar entretenidos sujetándolos.

Una vez localizado a cada guía, se nos encamina, en una fila ordenada, a los minibuses que, con una frecuencia de 10 minutos, transportan a la masa de sufridores que acabamos de llegar montaña arriba para acceder a la entrada y a los caminos que recorren la ciudad inca. Los minibuses, con 50 personas cada uno, suben como si fuera una competición por ver quién llega primero y lo hacen por una carretera de tierra y barro que asciende, haciendo varios zig zag, por una colina cubierta de una vegetación tupida, dejando los barrancos casi a un palmo de la rueda y con tramos en los que solo cabe uno de los vehículos y los conductores con reflejos suficientes para intuir cuando está bajando otro porque no se atina a verles hasta que no están encima con la cantidad de curvas que hay. 

Hasta ahora todo han sido colas, esperas, y el agua que no deja de caer. Dónde está el romanticismo del primer descubridor de estas ruinas. Dónde está el misterio que encierran y que todos venimos a descubrir.

Después de esperar la última cola, la de la entrada, y de mostrar dos veces seguidas el boleto de accceso, conseguimos entrar al recinto. Ahora es el guía el que nos sujeta y nos dice por donde hay que ir y qué hay que mirar para que podamos valorar la charla didáctica que nos está dando. Hay una persona del grupo, una española de finos modales y con ropajes poco apropiados para la ocasión, que ya le ha cuestionado un par de veces argumentando lo que ella ha leído. Y digo yo, si tan docta es por qué no da ella la explicación? Poco a poco vamos avanzando y mojándonos y, en la medida de lo posible, algo podemos ver.





Mientras, y haciendo caso omiso tanto de las explicaciones del guía como de las preguntas raras que a los demás integrantes del grupo se les ocurre, me voy deleitando, en la medida que el agua me deja, en lo que estoy viendo. A duras penas puedo hacer fotos porque cada vez arrecia más. Y así durante dos horas que dura la compañía del guía. Justo un poco antes de ese tiempo, y cuando están a punto de terminar, me descuelogo del grupo con el pretexto de ir a ver la entrada para subir al Huaina Picchu, algo que haré mañana.



A partir de ahí me dedico a recorrer, por mi cuenta, la ciudad hasta que encuentro una cabaña restaurada y con techo de paja donde me quedo un rato para descansar de tanta agua. Son casi las tres de la tarde y mucha gente se ha marchado porque ya no aguantaban más el chaparrón. Es como si el cielo y la pachamama, la madre tierra, se hubieran puesto de acuerdo para expulsar de ese entorno a los mortales que han osado profanar la espiritualidad que se respira poniéndonos las cosas difíciles y así es porque mucha gente opta por marcharse y va dejando la ciudad aún más misteriosa con esos brillos que se forman con el agua y con la niebla que la envuelve de vez en cuando.





Hasta ahora mi karma, mi espíritu o como quiera que se llame ha estado en buena sintonía con la pachamama porque allí donde por donde he ido, he obtenido un sol radiante de recompensa incluso cuando todo hacía presagiar que iba a abrirse el cielo de lo negras que estaban las nubes. Así que ahora, en esta situación, me encuentro algo desilusionado por no poder disfrutar, como me había imaginado, de este entorno, de esa ilusión, de esa magia que te dan los lugares a los que has soñado llegar algún día. Poco más puede hacerse porque la lluvia y la niebla, que lo cubre casi todo,  rompen cualquier hechizo.



A pesar de todo, inicio de nuevo un recorrido y descubro un sendero que se encamina hacia el puente inca. Un puente que era de piedra y que estaba construido directamente sobre una pared vertical de roca y que, ahora han reconstruido con maderas y por donde ya no dejan pasar. El camino se adentra por una zona cubierta de maleza y tiene pasos que no puedes permitirte un tropiezo, un anticipo de lo que haré mañana. Y así hasta llegar al puente inca.







Según me aproximo a la zona del puente ha dejado de llover. Y las nubes, que antes cubrían casi todo, están desapareciendo empujadas por el viento que ha estado soplando toda la mañana. Así que cuando vuelvo me encuentro un espectáculo inexplicable, la ciudad al descubierto y bañada por un tenue sol que se va incrementado poco a poco. Y así hasta que se muestra todo con su mayor explendor y brillando bajo los rayos del sol que ahora la bañan por completo. Incluso puedo ver el Huayna Pichhu que ha estado oculto hasta ahora y a donde subiré mañana si el destino no me lo impide.









Mi karma y la pachamama han vuelto a sintonizar. No puedo creer lo que estoy viendo. Es tal y como me imaginé, bueno igual no, mucho más espectacular. Me quedo extasiado comtenplando, desde la parte alta donde estoy, todo el espectáculo que se abre ante mis ojos. Y, aunque parezca una gilipollez, se me saltan las lágrimas de la emoción. Es como sentir una ilusión cumplida. Ahora todo tiene otra dimesión, otra sintonía y es como que pudiesen sentirse las vibraciones de espirtualidad que emanan de ese sitio. Es tan difícil expresar en pocas palabras lo que se siente. Incluso las llamas, que deambulan a sus anchas por ahí irradian otra felicidad.







El resto de la tarde lo empleo en recorrer todos los recovecos por lo que antes no pasé y en cada rincón, en cada piedra encuentro algo de lo que sorprenderme. Lástima que tenga ya que irme porque van a cerrar y porque los autobuses dejan de funcionar y hay casi una hora de bajada andando hasta el pueblo.

Cojo uno de los últimos autobuses y baja a la misma velocidad a la que sube. Confío en que se conoce la carretera como la palma de la mano. Una vez abajo, me dirijo al hotel que he reservado para pasar hoy la noche. Un hotel mediocre y con unos precios más altos que en todo el resto de Perú. Y lo mismo ocurre con la comida. Aquí, como tienen el turismo asegurado, tratan de exprimirnos al máximo y así les pasa que casi todos los restaurantes están medio vaciones porque muchos nos traemos comida para no tener que pasar por los restaurantes y sufrir la clavada del siglo.

Me subo a la habitación sin intención de volver a salir. Son casi las ocho de la tarde y ya no tengo ganas de más salvo recordar el buen sabor de boca que me ha dejado este espectáculo visual. Me quedo tumbado en la cama con la misma ilusión que tiene un niño que acaba de abrir el único juguete que le han traido los Reyes Magos y pienso que ójala mañana, la pachamama y yo sigamos tan bien sintonizados como para que pueda subir a donde quiero subir sin que haya distracciones.

Por hoy ya está bien porque me he extendido más de la cuenta. Menos mal que por esto no se paga por palabras porque menuda ruina la de hoy.

Mañana sera otro día genial o incluso mejor. Ya lo veré.