29/11/09

Huayna Picchu

Hoy, viernes día 27 de noviembre del año en curso dos mil nueve, es el segundo día que voy a subir a Machu Picchu con la intención de subir hasta el Huayna Picchu. Ese es el monte más alto que se ve en la foto más conocida de la ciudad.

Me levanto a las cuatro y media de la mañana para desayunar rapido, un café y un panecillo con mantequilla y mermelada, para salir pronto y dirigirme a los buses que nos suben hasta la entrada. La razón de tanta prisa es que hay cupo de subida para ese monte y, en cuanto se completa, ya no dejan subir a nadie más así que hay que espabilarse.

Los buses empiezan su recorrido a las cinco y media de la mañana y cuando llego, un poco antes de las cinco, ya hay mas de cincuenta personas esperando así que no voy mal porque el cupo total, repartido en dos turnos, es de 400 personas por día. 

Ha estado lloviendo casi toda la noche e imaginaba que iba a continuar así durante el día pero, de momento, no llueve aunque el cielo, que empieza a verse con la primera luz del día, está totalmente cubierto. Espero que la pachamama no pida más agua y nos dé un poco de tregua.

A las cinco y veinticinco llegan los primeros buses para comenzar con el trasiego de viajeros. A pesar de que el recinto no lo habren hasta las seis y media, todos estamos impacientes por subir. Unos para coger turno para subir al Huayna Picchu y otros para ver las ruinas con muchísima menos gente que a media mañana, cuando llegan todos los que vienen directamente desde Cuzco como hice yo ayer.



Ya, por fin, llega mi turno de subida y el dos franceses con lo que estaba hablando y que tambián quieren subir al monte este así que espero bajar antes que ellos para que no se me cuelen.



Medía de hora de subida y nada más llegar a la zona de la entrada veo que ya hay bastante gente esperando. Me pregunto si es que han hecho noche aquí arriba como cuando uno va a los conciertos de artistas famosos que es capaz de cualquier cosa.

Un poco antes de que abran las puertas, pasan unos empleados del recinto preguntando a la gente si queremos subir al Huayna y a que hora ya que hay dos turnos, uno a la 7 y otro a las diez. Cuando me pregunta a mí escojo el de las 7 y me pone un sello en la entrada con el número 54 así que el primer reto lo tengo conseguido. Ya tengo hueco para subir.

Empezamos a entrar y, como aún me queda tiempo, me voy a la zona alta donde estuve ayer para volver a ver todo el conjunto con la luz ténue de la mañana y ahí está el Huayna, impresionante, dominandolo todo, como si fuera el guardián de los tesoros que una vez se escondieron por aquí, esperando que los elegidos subamos por su estrecho camino para contemplar la belleza desde otro perspectiva.



Mientra que llega la hora de subir, vuelvo a recorrer parte del recinto y a encontrar nuevas sorpresas que ayer se me escaparon.



A las siete en punto abren la puerta del control que permite el paso a la subida. Tienen un libro de registro donde tengo que poner mi nombre, nacionalidad y a qué hora subo y donde tendré que volver a registrar la hora de salida cuando regrese.

Empieza el camino adentrándose en una zona con una vegetación muy tupida y pronto comienza la subida. El sendero, bastante estrecho, está formado por una serie de escalones de piedra de granito colocados de forma irregular. Hay algunos que parecen tallados en la misma roca que continúa por la pared.





Poco a poco voy ganando altura y la vegetación se hace más tupida. La nubes andan por ahí rondando, decidiendo si nos cubren con su manto de niebla o nos dejan seguir disfrutando. Disfrutando es por decir algo porque entre el calor, el grado de humedad, lo mal que estos quechuas han colocado las piedras y el fuerte desnivel que hay la subida se hace muy trabajosa pero las vistas que empiezan a aparecer compensan el esfuerzo.





Llevo una media hora de subida y empiezan a aparecer las primeras edificiaciones. La vegetación empieza a disminuir así que imagino que no me quedará mucho más para llegar a la cima.




Jadeante y con el corazón a punto de salirse del pecho, llego al último tramo que me queda para terminar la subida, una cueva en la que tengo casi que gatear y quitarme el pequeño macuto que llevo para poder pasar y, después, una escalera de madera con cuatro peldaños.



Por fin. Unos cuarenta minutos he tardado en subir. Estamos solo tres personas aquí arriba, algo sorprendete porque esperaba encontrarm alguno más así que una de dos, o se han caido por el precipio o es que se han ido parando para hacer fotos más veces que yo.



Desde la mitad del camino he tenido un compañero que no se exactamente de dónde ha salido y que me ha acompañado casi hasta arriba porque por la escalera de madera ya no podía subir.



Aquí arriba se tiene una visión de 360 grados y se dominan todas las montañas que rodean a Machu Picchu.  A lo lejos, se distinguen, entre las nubes, algunas con las cumbres nevadas que no acierto a saber cuales son. Abajo de aprecia perfectamente tanto el camino que siguen los buses para subir como el resto de la ciudad. Es impresionante y desde luego que el esfuerzo y el madrugón ha merecido la pena.



Después de descansar un rato, y cuando empieza a llenarse esto de gente, inicio el camino de bajada pero lo hago por otro sitio. Me dirijo a la Gran Caverna donde está el templo de la Luna. Por ahí no ha bajado nadie así que, de momento, voy yo solo. Al poco rato, y mientras hago una foto, veo que otra pareja de ingleses también bajan por aquí y, luego, otros dos chicos más, también ingleses, que se han animado al ver que alguien más bajaba.

El sendero desciende de manera rápida y con el mismo sistema de escalones de piedra puestos de cualquier manera. Entre la humedad, el barro y algunas hojas que caen de la vegetación que les rodea están algo resbaladizos así que hay que ir con tiento y sin prisas. Desde luego que la subida de antes y la bajada de ahora son buenas zonas para poner a prueba las piernas. En el camino me encuentro tramos que parecen abiertos en la misma roca



y tramos en los que hay que bajar por escaleras de madera.



La pareja de ingleses se ha quedado descolgada y no sé si es que se han dado la vuelta o se han parado a descansar porque no he vuelto a verles. Continúo con los otros dos chicos y, depués de más de media hora de bajada, me preguntan a mí si es ese el camino correcto, como si yo lo supiera, y les digo que espero que sí porque lo llevamos claro como haya que subir de nuevo para retroceder.

Sigo bajando, a veces internándome en el bosque y a veces por caminos adosados a la misma ladera de la montaña y, al cabo de algo más de una hora de bajada, por fín, aparece ante mis ojos el templo de la luna, construido en una gran cueva natural.






Una ubicación extraordinaria y situado, si la orientación no me falla, a espaldas de la ciudad de Machu Picchu. Mirando al lado opuesto de donde está situada la Puerta del Sol que da paso a la ciudad siguiendo el camino del Inca



Ahora toca seguir hasta encontrar el camino de vuelta que se une, en teoría y no se exactamente a qué distancia, con el que hice para subir hasta la cima llegar a la cima. Al menos eso es lo que recuerdo de una mapa que tenían puesto a la entrada.

El sendero discurre de la misma forma que antes, a veces internándose a través de la vegetación y a veces con largas subidas de escalones de piedra


En el bosque nuboso, que así es como se llama este habitat, he visto animales que con la cámara que llevo no puedo captar y es una lástima. Cuando estaba parado en el templo de la luna he visto una especie de zorro, algo perecido al menos, y hace poco rato he visto un colibrí suspendido en el aire enfrente de una flor. Lástima de no tener a mano una supercámara.

El sendero sigue una ruta ascendente muy empinada. Imagino que todo lo que bajé antes, que fue un tramo bastante largo, tendré que subirlo ahora así que hay que tomárselo con calma y buscar un ritmo cómodo para no perder el poco aliento que me queda y además, a pesar de estar totalmente nublado, hace un calor axfisiante y una humedad tremenda. Lo cierto es que estoy sudando por sitios por lo que ni sabía que se podía sudar.

Despues de casi dos horas y media desde que empecé, encuentro el camino de subida por donde pasé esta mañana y media hora después estoy en la caseta de control fichando mi salida, sudando y con las piernas cansadas, más que por andar, por ir subiendo y bajando ese tipo de escalones.

Muy cerca de esta entrada hay un gran piedra, llamada piedra ceremonial, que tiene unas características especiales. Se cree que si apoyas en ella las dos manos recibes toda la energía de la pachamama al igual que ocurre, según dicen, cuando abrazas un arbol centenario. Yo lo he probado y, sinceramente, salvo una sensación de felicidad, que creo que ya llevaba de antes, no he sentido otra cosa. Pero tenía que probarlo, por si acaso.



El resto de la mañana lo dedico a deambular por la ciudad, que ya está llena de turista y no luce igual. Éstá empezando a llover así que imagino que se irán pronto que es lo que voy a hacer yo ya que tengo casi una de demora, entre la espera para coger bus y la duración del trayecto, desde aquí hasta llegar abajo.



Mi tren sale casi a las cinco de la tarde así que, como tengo tiempo de sobra, aprovecho para comer algo en la estación e ir actualizando esto.

Poco más tarde de las cinco el tren inicia su camino y yo con él. Atrás queda uno de mis sueños ya cumplidos y conmigo me llevo la ilusión de haber comprobado le espectacularidad de lo que tantas veces había visto en reportajes, en libros.

Me encuentro con Chiki y Claudia que tambien han estado durmiendo ayer en Aguas Calientes y visitando la ciudad hoy. Regresan a Cuzco para volar mañana a Lima y por la noche salir hacia Miami. Y Chiki intentando estudiar a pesar del traquetreo del tren. Eso es perseverancia.

Casi a la ocho y media de la tarde, mejor dicho noche, llego a Cuzco y en la estación está esperándome el conductor del hotel. Nos vamos para allá y después de conseguir la tarjeta de embarque para mi vuelo de mañana me subo a la habitación. Ahí tengo algo del embutido peruano que compré y eso es lo que toca cenar para hoy. Una ducha y a dormir que han sido dos días movidos, con emociones, con cansancio y toca reponer energias.

Mañana más y mejor, aunque mejor que lo de hoy no sé que puede ser pero seguro que algo habrá.

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