20/11/09

Camino del Cañón del Colca.

El miércoles, 18 de noviembre de 2009, empiezo poniendo la fecha porque ya estoy perdiendo la noción del tiempo y dudo de hasta en qué día estoy.

Hoy he desayunado antes que otros días. A las 06:30. Un desayuno copioso, como es habitual últimamente, huevos revueltos, un panqueque, o tortita según las zonas, con frutas, zumo de papaya y café,  mucho café. Y he desayunado antes porque venían a buscarme con una movilidad, asi es como llaman por aquí a los medios de transporte o al menos a los minibuses, para ir a la zona del cañón de Colca. He dejado en el hotel todo el equipaje salvo el forro polar y las cosas de aseo.



A las ocho y media llegan a buscarme, con algo de retraso sobre la hora indicada, a mí el primero, y a partir de ahí un recorrido turístico por los diferentes hoteles para ir recogiendo a los que vamos a ir al mismo sitio. Total unas doce personas.


Ya por fin, nos ponemos en ruta. Vamos en dirección a la Reserva de Salinas, una zona desde la que se pueden divisar hasta ocho volcanes y en la que, con algo de suerte, veremos también  rebaños de vicuñas, uno de los camélidos que viven por esta zona. De momento, el paisaje es expectacular.




Hemos hecho una parada técnica para comprar agua y cosas de esas. Yo he aprovechado para comprar hoja de coca porque dicen que es buena para el sorore, o mal de altura, no sea que me dé la pájara cuando estemos a los 4.000 metros a los que vamos a llegar. La hoja de coca se usa con una piedrecita hecha de agua, anís y otra cosa que no recuerdo, que hace las veces de catalizador. Se coge un trocito pequeño de esa piedra, se envuelve bien con seis o siete hojas y se coloca en la boca para que se humedezca. Después de dos o tres minutos ya se empieza a morder, suavemente, y así unos veinte minutos. Según dicen tiene efectos calmantes, sedantes y no se cuantas cosas más.


Apenas una hora de iniciar el viaje nos ha parado la policia de carreteras y le han pedido la documentación al conductor y este, además de dársela, se ha encarado con el guardia y se ha puesto bien bravo, como dicen por aquí. Vamos que si te pones así con un picoleto en españa lo llevas claro, pero aquí no ha pasado nada afortunadamente. Incluso le ha increpado al guardia diciéndolo que si lo que buscaba era coger plata de soborno. En fin, cosas de por aquí.


La carretera sigue subiendo y el paisaje es bastante seco e inhospito. La única vegetación que se ven son cactus y arbusto pequeños totalmente secos. Es muy probable por los restos de vegetación que se ve que en época de lluvias el paisaje cobre otro color.




Ya estamos a 4.000 metros y la vegetación ha empezado a cambiar. Ya se algo más de vegetación, incluso nos hemos cruzado con un grupo de vicuñas. Estas a diferencia de las llamas o de las alpacas, son salvajes y están protegidas.




De nuevo volvemos a parar para hacer un descanso. Momento idóneo para ir al baño y tomar un refrigerio. Unos aprovechan para tomar un mate, así es como le llaman a las infusiones, de chachacoma y otros de coca. Yo me he inclinado por el de coca porque el nombre me resultaba más familiar. El otro no tengo ni idea de lo que es. El sabor de la infusión, o mejor dicho del mate de coca es algo amargo, parecido al te verde, y más si no le pones azucar, como suelo hacer yo




Iniciamos de nuevo el viaje. A partir de aquí el asfalto se ha terminado y ahora vamos por camino así que vamos más lentos y encima más movidos.





Aun así, seguimos subiendo y a las doce de la manaña alcanzamos ya los 4.500 metros en Tograpampa. En esta zona sorprende ver humedales que surgen del subsuelo y a pesar de la altura tambien se ven, a los lejos, un grupo de flamencos.




Nuestro camino continúa tan pronto con una recta interminable como tan pronto serpenteando entre las lomas de las montañas, incluso atraviesa lo que fue el crater del volcán Chocura y así hasta que llegamos a Patapoma, a 4.810 metros de altura. Desde aquí hay unas vistas excepcionales de los Andes y de unos cuantos volcanes como el Ampato, Sabancaya, Hualca Hualcael Misti y alguno más.


En este punto se ven unos montones de piedras, apiladas una sobre otra, que se llaman apachetas y que se colocan así para que el que las coloque pida un deseo. Esta costumbre procede de los tiempos en los que se ponían así para contentar a los dioses de los volcanes. Yo también hago la mía y pido un deseo. Veremos si se cumple.





A partir de ahora es todo bajada hasta Chivay , a 3.780 metros donde llegamos sobre la una y media así que toca ir a comer. Nos paran en un restaurante turístico donde no hay muchas opciones y las que hay son caras y no muy buenas. Aun así, y como no hay nada más sugerente donde poder ir, pues me aguanto, ajo y agua, y como de bufet unos platos nada sugerentes y un precio caro para lo que se estila por aquí, 20 soles.


Después de comer nos reparten por los distintos hoteles que cada uno ha elegido, o mejor dicho, nos han asignado, ya que nos vamos a quedar una noche en Chivay para subir al día siguiente al mirador de la Cruz del Condor a ver si, con algo de suerte, conseguimos ver a los condor volando.
 
Al poco tiempo volvemos a reunirnos, la mayor parte, para ir a Coporaque
 

 
Allí hay  unas tumbas preincaicas. Con la , el minibús, nos acercamos a este pueblo, que ya está a 4.000 metros y empezamos una subida de una hora y unos 600 metros de desnivel hasta llegar a las tumbas.


 
Anteriores a los incas, existieron en este valle dos etnias distintas, los cabanas y lo collaguas. Ambos enterraban a sus muertos en cuevas hechas en la roca o en una especie de casetas que realizaban apilando piedras
 

 

 
Llegados a este punto me doy cuenta que la altura no me ha afectado nada, no he los sintomas típicos que se tienen del mal de altura, dolor de cabeza, mareos. La única sensación es que cuesta más respirar según vas realizando algun esfuerzo. En fin, me alegro por mi.
 
A la vuelta de Coporaque, paramos en unas piscinas termales que hay en Chivay. Algunos incluso se animan a bañarse. Yo no, porque no me he traído bañador aunque en realidad esa es solo una excusa.
 

 
Para rematar el día vamos a cenar a otro sitio impuesto. Es lo que tiene cuando te apuntas a algo organizado. La única novedad es que aparecen un grupo de músicos y unos bailarines que nos deleitan con música andina y con bailes típicos de esta zona. Esa música me trae recuerdos de cuando yo tocaba la quena y mi amigo Luisma el charango, y los dos juntos con otros que tocaban el bombo y la guitarra. Lo único que no llevabamos eran los ponchos que llevan estos músicos puesto hoy.
 

 
 
Bueno, un día interesante por lo que se ha visto y por donde hemos andado. Como mañana nos recogen pronto pues hay que dormir, al menos en teoría, así que mánana más y mejor.

1 comentario:

  1. Estupendo reportero nos hemos buscado para conocer Peru. Besos

    ResponderEliminar