Iniciamos el camino de vuelta. Hace bastante calor y aun se siente más el efecto del sol por la altura a la que estamos. Debería haber usado crema solar. Seguro que al final me achicharro. Qué desastre.
En el margen izquierdo del cañón se ve el único pueblo con nombre español de toda esta zona, Madrigal, y muy cerca de él unas lagunas que las llaman las lagunas misteriosas. El único misterio que tienen es que cambian de color en funcion de la luz solar por los sedimentos y por las algas que tienen. En el mirador donde estamos hay más vendedoras que nos ofrecen los productos de siempre. Al final me compraré un gorrito de lana de alpaca para cuando suba al monte.
Seguimos bajando en nuestra batidora, digo minibús, y a las 11:30 ya estamos de regreso en Chivay. Paramos en un restaurante para comer pero yo paso palabra porque a esas horas no tengo ni ganas de tomarme siquiera un mate.
El regreso hasta Arequipa, de casi tres horas, lo he hecho sesteando porque entre que duermo poco y la paliza de ir por esas carreteras/caminos me encuentro algo baldado.
En este viaje, aparte del que escribe, osea yo, van un hindú, de Mombay, una americana de Washintong D.C, un malagueño y una pareja de catalanes. El resto eran todos nacionales. Los dos catalanes, Javier y... ,vaya, ahora no recuerdo su nombre, se están recorriendo el mundo, así como suena. Empezaron en mayo, por Estados Unidos, y terminarán en mayo del año que viene. Esos son viajes y lo demás son tonterías. Un saludo y un abrazo para ellos y que tengan mucha suerte.
Como he llegado pronto a Arequipa, aprovecho para darme una vuelta por lo que no puede ver el primer día que llegué y me voy al Monasterio de Santa Catalina.
El Monasterio de Santa Catalina es casi como una ciudad dentro de la ciudad con 20.000 metros cuadrados. Según dicen, es una de las obras arquitectónicas religiosas coloniales más fascinantes de Perú. Y la verdad es que lo és porque tiene callejuelas, pequeñas plazas con árboles frutales, escaleras ocultas y celdas donde llevar una vida "ascética". Y lo pongo entre comillas porque las monjas que entraban en este convento procedían de familias españolas adineradas y, por tanto, debían aportar una dote importante. Pues bien, en función de esa dote, sus aposentos eran más o menos grandes, incluso podían tener hasta cuatro criados o esclavos, celebrar fiestas, invitar a músicos y todo para mantener el estilo de vida que habían llevado hasta ingresar en el convento. Y porque entraban en él? porque el segundo hijo o hija de las familias de alta alcurnia solia dedicarse a la vida religiosa y en el caso de las mujeres eso suponía entrar en un convento. Y que mejor que éste para vivir como en casa. Y eso duró hasta que llegó el papa Pio IX y les puso las pilas. A las monjas ricachonas las mandó de vuelta a casa y a las sirvientas las dejó a su libre albedrío y algunas decidieron quedarse en el convento, a partir de entonces, como monjas de clausura.
Como es costumbre en los conventos de clausura, las monjas hacen unos pastelillos que, en este caso, están de muerte. He probado dos de ellos y un polvorón aunque he de reconocer que para polvorenes los nuestros, sin duda.
Después de este festín de dulce me he ido a ver a Juanita, la princesa de hielo. El nombre suena algo raro para una princesa, es cierto, pero se lo puso el arqueólogo que la encontró. Se trata de una niña inca que fue sacrificada en el Ampato, una de las cumbres que rodean Arequipa, hace más de quinientos años y que se conservó perfectamente debido a las bajas temperaturas a las que estuvo expuesta. Su tumba quedó al descubierto por la erupción del volcán cercano Sabancaya que hizo que, con su cenizas, se produjera el deshielo de parte de la cima del Ampato.
La visita comienza con la proyección de una película donde cuentan como la descubrieron y que a mí me pareció soporífera. Supongo que sería por el cansancio pero de vez en cuando me he sorprendido dando una cabezadita. Luego te pasan por unas salas donde están expuestas todas las piezas que se encontraron en la tumba para terminar en otra donde está expueta la famosa Juanita en un congelador con forma de urna de cristal. La verdad es que impresiona verla ahí, congelada, con las mismas túnicas que llevaba cuando fue sacrificada. Parece ser que los sacrifios humanos eran frecuentes en esa época como forma de aplacar la ira de las montañas que eran consideradas como divinidades violentas. Qué suerte tenemos de vivir en la época en la que vivimos
Me hubiera gustado hacerme una foto junto a Juanita pero a la entrada te confiscan hasta los caramelos así que no pudo ser.
El resto del día lo empleo en buscar transporte para ir a Puno mañana por la mañana, mi siguiente destino. Puno está a orillas del lago Titicaca, el lago navegable más alto del mundo. Consigo mi billete con Cruz del Sur y por un precio de 53 soles.
A las siete de la tarde, y puesto que me salté la comida, me pongo a buscar sitio donde cenar algo. Encuentro una especie de asador de pollos que por 7,50 soles te dan una sopa de arroz con verduras, una cuarto de pollo asado, papas y una miniensalada. No está nada mal para algo menos de dos euros. Además el pollo es gigante y no como los que compras en los asadores de Madrid que parecen de juguete de lo pequeños que son.
A las nueve a la cama que mañana me espera también un día movidito. Casi 6 horas de viaje hasta llegar a Puno así que ya está bien por hoy. Mañana más y mejor, como siempre.
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