Al pagar el hotel me he deshecho de un billete que no me daba mucha confianza y es que, ayer, cuando cambié dólares por soles me encasquetaron uno que no tenía muy buena pinta así que ese ha sido el primero que he soltado, por si acaso.
A las 7 cojo un taxi y me voy a terrapuerto, mejor dicho, a la estación de autobuses y me sorprende que, para ser una ciudad tan pequeña, sea esta estación casi más grande que el propio aeropuerto de Juliaca, la ciudad desde donde vine a Puno.
Y más sorprendente es ver como todos lo autobuseros, o sus empleados, vociferan los destinos y las ofertas para atraer a los clientes como si estuvieramos en el mercado de abastos en vez de en un terrapuerto. Y escuchando, me percato de que hay destinos que ni conocía.
He contratado un viaje que hace paradas turísticas en tres o cuatro sitios y que incluye la comida y no se si he hecho bien porque el viaje va a durar casi 9 horas, contando las paradas, claro, y ahora que veo la cantidad de oferta que hay igual hubiera atinado mejor si hubiese elegido uno sin tanto montaje. No sé, ya veremos.
El camino que toma el autobús es el mismo que hice cuando vine de Juliaca así que el paisaje ya me lo conozco. Atravesamos una gran llanura que forma parte del la reserva del lago Titicaca.
Por cierto, ahora me acuerdo una cosa que no he apuntado antes sobre el nombre de este lago. El nombre origina del lago era Titi Cala en aymara y que significa puma de piedra. La explicación a este nombre viene por la forma que tiene ya que si lo ponemos al revés, es decir el sur arriba y el norte abajo, se distingue, con poca imaginación que se tenga, la forma de un felino cazando una presa. Luego llegaron los españoles y les sonó mejor eso de caca y así fue como se lo cambiaron a la denominación actual.
Una cosa que me sorprendió cuando pasé por Juliaca y que ahora vuelve a llamarme la atención fue el hecho de que muchas casas parecían como abandonadas o sin terminar y pregunté al guía de este autobús y me dijo que se dejaban las casas a medias, con los pilares sin rematar para continuar construyendo cuando tuviesen más dinero y que no las terminaban porque una vez terminadas los impuestos que tenía que pagar eran más altos. Qué cosas.
De momento la única vegetación que se ve es arbusto bajo y alguna zona diseminada dedicada a cultivos y la mezcla de ambas cosas, junto con los pastos que han empezado a rebrotar por las lluvias recien caidas, hacen que se distingan distintos tonos de verde que contrasta con el azul del cielo y con las nubes de algodón que se están formando.
Algunas casas, muy separadas entre sí, hechas de adobe y tejado de paja, son las únicas edificiaciones que se ven hasta donde alcanza la vista y unos cuantos rebaños de ovejas acompañados por su pastor es lo que rompe la monotonía de ese paisaje.
Según vamos avanzando camino vamos cogiendo altura. Nuetra primera parada es en Pukara donde existe un museo con figuras pre incaicas
y la segunda parada en el La Raya. Un puerto de montaña a 4.334 metros sobre el nivel del mar y que representa el fin de la región de Puno y al inicio de la de Cuzco. Como no podía ser de otra forma, ahí donde se paran los autobuses hay una hilera de vendoras ofreciendo sus productos que son los mismos que en cualquier otro sitio.
Los colores dominantes siguen siendo los distintos tonos de verde a los que se unen amarillos y marrones. Ahora se aprecian muchas más zonas de cultivo, sobre todo papa y maiz. lo que indica que esta zona en más agrícola que la de Puno, mas orientada a la ganadería. En el cielo las nubes blancas han dado paso a una nubes más oscuras y que amenazan tormentas. También ha cambiado el tipo de paisaje ya que ahora es más montañoso y además empienza a verse, a lo lejos, alguna cumbre nevada
La verdad es que en este viaje, salvo dedicarte a la vida contemplantiva, en este caso del paisaje, poco más se puede hacer así que me estoy aburriendo como una mona porque el paisaje, de momento, es bastante monotemático salvo por la nubes que cada vez son más negras así que me temo lo peor.
Cuando estamos a punto de parar a comer se pone a lloverl y además con fuerza. Es como si la lluvia supiera que ibamo a para en breve. Tiene guasa la cosa. Así que, a pesar de que el autobús nos deja cerca del restaurante, algo nos mojamos y ademas el sitio donde ibamos a estar era de esos que tiene el techo de paja y tiene alguna que otra gotera así que nos meten en otro salón. Y como viene siendo habitual pues el grupo de dulzaineros de la zona nos ameniza la comida con música andina. Perdón, en lugar de dulzaineros quise decir queneros, si es que existe esa palabra. Y ese espectáculo no es gratis porque luego pasan el sombrero y nos dan a comprar un CD con su música. Cd que acabo comprando porque por 10 soles, después del regateo, quién no se lleva a su casa un cd de música andina. Bueno, me da la impresión que soy el único pringao que se lo lleva. En fin.
Retornamos al bus e iniciamos la marcha. Son casi las dos de la tarde y vamos por la mitad así que es lo que yo decía al principio, que menudo tostón.
La siguiente y penúltima parada en las ruinas de Raqchi. Resto del templo de Viracocha que, antaño, fue uno de los santuarios más sagrados del imperio inca. Tenía veintidos columnas hechas con bloques de piedra que aguantaban el tejado inca más grande que se conoce pero los españoles se encargaron de destruirlo salvo los restos que ahora son los que vemos.
Seguimos camino y nuestra última parada Andahuaylillas, anda con el nombre, donde hay una iglesia jesuita del siglo XVII con abundantes adornos barrocos y que para mi corto entender, son excesivos. Qué agobio de figuras, de relieves de tallas en tan poco espacio. Y encima me dan la charla un vigilante porque no se podían hacer fotos y yo he hecho dos a hurtadillas. Total, para lo poco que me gustaba.
Último tramo de viaje y llegamos. Esta vez he reservado un hotel para tener ya sitio asegurado no sea que con la de turistas que pasan por aquí tenga que ir dando tumbos para encontrar algo. No está en el centro pero casi lo prefiero para que séa más tranquilo. A cambio tiene un servicio de llevada y traida. Cuando te quieres ir a algún sitio, te llevan. Cuando quieres regresar, llamas y te van a buscar. Es como tener chofeur particular, eso si, solo para una zona, no da para más.
Como he llegado tarde solo me da tiempo, y gracias, a buscar los billetes para poder subir al Machu Pichu porque la única forma de ir es en tren o andando y esta última la descarto porque aquí ya sí que está lloviendo. Y no solo hay que localizar los billetes de tren sino que también tengo que conseguir la entrada al complejo, pagar los autobuses que me llevan desde la entrada hasta la puerta, porque hay una buena tiradita, comprar un bono turístico para poder visitar los otros complejos que hay a parte de Machu Pichu, en fin, un chorreo de dinero. Me da la impresión de que aquí voy a gastar casi tanto como en el resto del país.
Andando por ahí localizo un restaurante que se llama Granja Heidi y pienso que no vendría mal comerme una raclette, o algo parecido por cambiar de aires, pero al final elijo un plato que son dos pimientos rellenos con verduras y con acompañamiento de arroz y que, además, pica que te c....., bueno, que te mueres. No se por qué me da que este plato estaba en la sección de platos vegetarianos y que me estoy volviendo algo repetitivo. Pero el caso es que estaban buenos, mucho mejor que una tarta de chocolate y requesón al estilo ruso que me pedí de postre y que no era nada del otro mundo.
Así que después de terminar, llamadita al chofeur y para mi casita bonita que ya está bien por hoy y mañana será otro día y habrá algo mejor, mucho mejor.
Confiésalo, a que te comerías la mar de contento un pincho de tortilla y un bocadillo de jamón con pan tumaca. No te pongo la foto porque me parecería una crueldad, pero en cuanto llegues a Madrid ya sabes lo que toca. Niño, que como te vuelvas a tirar en paracaidas no te encontramos, que te lleva el aire de vuelta a Perú. Un abrazo.
ResponderEliminar