Un poco de zumo, supuestamente de naranja, un café con leche y un par de bollos con mantequilla y mermelada han sido el sustento con el que he cogido energía para el día que me esperaba.
Hoy tocaba andar y eso es lo que hecho durante todo el día. Al principio he tirado de guía, para no perderme, hasta que he visto suficientes museos e iglesias y la he guardado y entonces sí que me he perdido. Mi primera parada ha sido en la Plaza de Armas donde está la catedral, el Palacio del Gobierno, con su guardia presidencial incluida, y donde supuestamente vive en presidente del Perú. Es una plaza, junto con la de San Martín que no queda muy lejos, en las que se respira cierta tranquilidad en comparación a lo que ocurre en el resto de las calles de Lima. En sitios así apetece estar sentado un rato viendo pasar a gente, viendo como los fotógrafos ofrecen su servicios para sacar una instantánea que luego imprimen sobre la marcha. Viendo pasar el tiempo, sin prisas.
Muy cerca de la Plaza de Armas está el Monasterio de San Francisco que tiene un jardín interior expledindo y unas catacumbas con más de 70.000 cadáveres, aunque yo no lo hes contado todos, claro. Pero lo más curioso es que los conservadores de las catacumbas han colocado los huesos por tipos y, en algunos casos, juntando calaveras y fémures y formando círculos concéntricos. Un trabajo entretenido el de esa gente, desde luego.
Si eso de los huesos es sorprendente, algo más lo es el hecho de que en todas las iglesias, catedrales y demás haya mucha gente devota rezando a cada una de las representaciones de Dios y de la Virgen que por esos sitios andan repartidos. Aunque, sin duda, el que se lleva la palma es San Judas Tadeo, patrón de los imposibles. Supongo que será por eso, que como todo el mundo le pide imposibles pues se deben esforzar con más plegarias para que se cumplan.
Lima es una ciudad ruidosa. Demasiados coches y muchos pitando a la vez. Es como si hubiera un concurso para ver quien pita más o quien lo hace mejor. Los guardias de la municipalidad también colaboran para incrementar el nivel de decibelios. Así que cuando me he encontrado con un zona con un pequeño jardín, una plaza o alguna calle peatonal me he refugiado en ella para dar tregua a mis oídos. Como esta que es de la Plaza de San Martín
Un sitio ideal para escapar de esto otro
Llegada la hora de comer he localizado un sitio que me parecía muy barato, bueno, más de uno, pero en el que he entrado finalmente es donde había mas gente nacional comiendo. Cosa por otra parte lógica porque estaba lejos de las zonas más turísticas.
El primer plato era un aguadito de pollo que no era otra cosa que una sopa de verduras y con una pata de pollo o de gallina, no lo sé exactamente, que venía en la sopa. De segundo, estofado de pollo con salsa, arroz y papas. También me han servido, sin yo pedirlo, una vaso con un líquido que no me he atrevido a probar al principio porque no tenía claro si era para beber o para lavarme las manos. Y al camarero, ni preguntarle porque tenía una mala leche y unas prisas que como para molestarle. Hasta que unos que estaban sentados en mi mesa, porque las mesas se comparten, me han dicho que era menta y que era buena para la digestión. Y yo dudando, válgame.
Y después de este festín, que por cierto estaba bien cocinado, he pagado la cifra de 6 soles, así se llama la moneda nacional, y si tengo en cuenta que un euro equivale a cuatro soles quiere decir que he comido por un euro y medio, vamos, que ni en un McDonald. Si encima lo comparo con lo que me han cobrado por un café americano cuando he vuelto a la Plaza de Armas, cuatro soles y medio, pues aún me parece más chollo. Y no es el único porque he encontrado más sitios con precios de ese tipo.
Aprovechando que hoy ha hecho un día estupendo, algo fresco por la mañana y con bruma, que aquí llaman garúa, y sol y calor desde mediodía hasta que ha anochecido he continuado pateando la ciudad hasta bien entrada la tarde y he encontrado calles peatonales con una extensa zona comercial y por tanto concurridas
Otras no tan concurridas
Ya, de vuelta al hotel, y para rematar un día entretenido, me he acercado a cenar a un restaurante que está en una casa de estilo colonial. Su nombre es L´ Eau Vive y lo más sorprendente es que las camareras son monjas carmelitas de distintos paises. A la hora de la comida es un restaurante que suele estar lleno pero en la cenas solo van grupos y algún despistado como yo. Bueno, yo no porque he ido a sabiendas de adonde iba. La cena ha estado estupenda, una sopa de cebolla gratinada y un plato de lomo con salsa de queso roquefort que estaba de muerte, acompañado de una copa de vino y de postre un mus de chocolate. Nada de comida autoctona salvo el pan. Esta vez el precio ha sido muchísimo más alto pero aún así, una cena de ese calibre por 17 euros al cambio no creo que sea un precio desorbitado.
Bueno, mañana me toca viaje. Me voy a Arequipa, la segunda ciudad más grande de Perú que está al sur del pais. Ahi ya empezamos a tomar altura porque está a 2350 metros sobre el nivel del mar. Un aperitivo para lo que me espera. Así me voy acostumbrando a la altura.
En fin, de momento no va mal el tema así que por hoy lo dejo. Mañana, más y mejor.
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