Son las cuatro de la mañana y no puedo pegar ojo con el ruido que hace el agua al caer sobre los tejados metálicos que quedan cerca de la ventana de mi habitación. Me pregunto que a quién se le habrá ocurrido poner ese tipo de tejados con el ruido que hacen.
A las 6 desayuno y a las 7 estoy ya en el puerto para coger el barco que me llevará primero a hacer un recorrido por las islas flotantes de los Uros y luego a la isla Taquile. De momento ha dejado de llover y parece que empieza a abrirse el día así que puede que hasta tenga sol, como he tenido hasta ahora, a pesar de estar ya casi en la época de lluvias.
El barco está ya listo cuando llego y me acompañan otras cuantas personas. La mayor parte anglófonos, una pareja de argentinos y otros dos peruanos.
Salimos del puerto y, como estaba previsto, nos dirigimos a las islas flotantes de los uros.
Los uros son un grupo étnico que comenzó su vida flotante hace muchísimo tiempo para alejarse de los agresivos collas e incas. Utilizan los juncos de la totora, una planta acuática que solo se da en este lago, para hacer tanto la base de la islas, como las edificaciones y las embarcaciones con las que se desplazan. La totora tiene, además, una parte que es comestible, con varias propiedades y con una cantidad importante de calcio.
En media hora de navegación llegamos a la primera de la islas. En total hay unas cuarenta y en cada una de ellas viven entre 3 y 5 familias. Nos reciben las mujeres que se encargan de amarrar el barco a no sé qué parte porque no hay donde amarrar como en los puertos. La primera sensación, nada más pisar la isla, es la de estar en algo muy mullido y, lógicamente, bastante humedo. Me llama la atención que los uros van descalzos así que con esa humedad tienen que tener un rehuma de la leche.
Después de las presentaciones de rigor, la cortesía ante todo, nos invitan a sentarnos en unos rodillos hechos de totora colocados en forma de semicírculo para que puedan explicarnos la forma de construcción de las islas. Empiezan diciendo que primero hacen una base uniendo entre sí muchos bloques de la raiz de la totora que sacan en forma de cubo y de unos sesenta céntimetros de lado. Esa raiz es lo que le da flotabilidad a la isla. Luego, encima, van colocando capas con los juncos de la misma planta, que hay que reponer según se pudren las capas de abajo, y así hasta conseguir una altura cercana a los tres metros y con una superficie suficientemente amplia como para colocar al menos 6 ó 7 edificaciones. Se tarda como un año en terminar una isla y su duración puede estar en torno a los cuarenta. Ah, y para que no se vaya con el viento hasta la otra punta del lago la amarran al fondo con unas pértigas de madera que la dejan totalmente inmovil. Después de esta explicación nos dan a probar un trozo de la parte comestible. El sabor que tiene es algo dulzón y con una consistencia blanda así que no hay que masticarla mucho. Y yo que ya tenía el estomago repuesto. Veremos ahora después de esto.
Nos enseñana sus casas por dentro para que veamos como las han construido y, de paso, nos colocan vestimentas como las de ellos para....la foto? Al final claudico y me hago una fotito con la camisa de lana y el gorro típico andino. Un cromo, vamos.
Un paseito hasta una isla vecina, habilitada como "hotel", por cierto, donde se quedan a dormir dos de los que vienen con nosotros y de vuelta a nuestro barco a motor para dirigirnos a la isla Taquile. Es una isla pequeña, de unos 7 km. cuadrados y viven unas dos mil personas. Son de etnia e idioma quechua en contraposición al resto de las comunidades del lago que pertenecen al grupo aymara. Una peculiaridad de esta gente es que los hombres llevan gorros de lana, parecidos a un gorro de dormir, tejido por ellos mismos. Esos gorros tienen un simbolismo social ya que los hombres casados llevan gorros de color rojo y los solteros de color rojo y blanco. Y las mujeres llevan faldas de varias capas y, al igual que los hombres con su gorros, se distingue a las casadas por su falda oscura y a las solteras por su falda de colores más llamativos.
La travesía hasta esta isla dura casi dos horas desde donde estábamos así que vuelvo a subirme a la parte alta para ir ligando bronce y sobre todo porque abaja, que esta acristalado, hace más calor y prefiero que me de el aire en la cara.
Cuando llegamos al puerto nos queda una empinada subida para llegar a la parte habitada. Una cuesta que tiene más de quinientos peldaños hechos de piedra y que, estando como estamos a casi 3.900 metros de altura, tiene su aquel.
Pero todo llega y la cima también y desde luego el esfuerzo ha merecido la pena porque las vistas son únicas. Hay un gran contraste entre el color de la isla y el azul del cielo y del agua y, ademas, al fondo, en la parte boliviana, se divisa parte de la cordillera nevada de los Andes. Todo un espectáculo.
En la plaza hay asamblea de vecinos que, por lo que dicen, están eligiendo nuevo alcalde tanto para esta isla como para la isla vecina Amantani. Y, tal y como he comentado antes, los hombres lucen esos gorros tanto casados como solteros. Incluso he localizado un grupo de mozas singles o al menos supongo que lo serán por sus faldas. Les he dado la dirección de la página de Madrid por si se quieren apuntar aunque, imagino, que para alguna quedada lo tendrán algo complicado.
Para comer vamos todo el grupo a una casa de unos de los vecinos donde nos preparan una sopa de quinua y una trucha del lago hecho a la plancha. Lo de la trucha no sé si es buena idea porque he leido en algún sitio que el lago tenía cierta contaminación orgánica. Será por eso que las truchas eran tan grandes que se salían del plato?
Después de esa comida y de que los señores mayores de la casa, uno con 92 años y otro con 85, junto con una de las señoras también de la casa nos deleitaran con sus danzas tipicas, regresamos al barco por un camino distinto y bajando todo lo que antes subimos.
Nos espera una travesía de más de dos horas y media para volver a Puno y está vez me quedo en la parte de abajo porque ya está bien de tomar tanto el sol.
Independientemente de que tanto los uros como los habitantes de Taquile aprovechen el tirón del turismo para recuperar viejas tradiciones y hacerlas su forma de vida, lo cierto es que tanto unos como otros viven con lo mínimo imprescindible y son tan felices con lo poco que tienen. No necesitan televisión, ni tampoco internet, ni cualquier aparato de última generación que nos meten por lo ojos y sin lo cuales no conseguimos la felicidad plena, ni tan siquiera un coche que les esté esperando en su plaza da garaje. Y no solamente esta gente, sino cientos de personas con las que me he cruzado y que viven con lo extrictamente imprescindible. Realmente es una visión que me hace reflexionar, entre otras cosas, sobre las prioridades que me planteo, sobre las necesidades que considero irrenunciables, en resumen, sobre la forma de vida, en este caso, que llevo. No quiero decir que vaya a convertirme en uro, nada más lejos de la realidad, pero sí que quizás es un buen momento para dar más importancia a otros aspectos menos materiales. Joder, creo que el sol me está afectando al coco y se me está recalentando. Me conseguiré un gorro para evitar insolaciones que veo que al final desvarío más de la cuenta.
El regreso se hace lento, es más, creo que el que maneja el barco, no sé si llamarle capitán porque no lo parece, lo lleva más despacio que antes para gastar menos combustible.
Ya por fín, llegamos. Me despido de toda la gente y me voy al hotel. Son casi las 6 de las tarde así que ya poco más se puede hacer salvo preparar las cosas para mañana porque me espera todo un día de viaje. Casi 9 horas para llegar a Cuzco según el plan de viaje así que una ducha y luego a cenar y como le he cogido el gusto al tema vegetariano me voy de nuevo al sitio que estuve ayer porque además son gente muy agradable y apenas tiene clientes aunque eso me mosquea un poco, la verdad pero la comida esta buena. En esta ocasión pido un plato hecho a base de quinua con verduras variadas, pasas y una especie de nuez que no me acuerdo como se llama. La quinua es un cereal andino, de tamaña pequeño, parece como sémola, que se usa mucho por aquí. Tiene muchísimos nutrientes según me explica la dueña del restaurante. En fín, una delicia y más cuando te explican las cosas con tanto interés.
Bueno, ya está bien por hoy. Mañana, más y..... al menos eso espero.
Parece extraido de un cuento, es precioso!. Sólo me ha quedado una duda... ¿qué falda me pondría yo?. Un beso.
ResponderEliminarComo te lo estas pasando¡¡ te sigo todos los dias y me alegro de verte tan contento y con tantas ganas de conocer paisajes, gente, comidas, todooooo.
ResponderEliminarUn besote Eugenio
Lola